¡Que grande eres Señor!
Gracias por amarme, pues a pesar de mis miserias tú me insistes a
seguirte. Tu amor me irradia y quisiera servirte siempre, ayúdame Señor… no me
quiero separar de ti, quiero estar contigo siempre. Que las aguas del mundo no
me ahoguen, ¡inclina el cielo y sálvame Señor! Yo creo en ti y sé que quieres
darme el pan que necesito, pero mi orgullo,
mi tibieza, y mi soberbia me ciegan y no me dejan reconocerte como mi Rey, ¡Sálvame
Señor! Que no digan mis enemigos: “le vencí.
Mis enemigos se alegraran si yo callera. Cantare al Señor, cantare
al que es mi redentor”
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