HOMILIA
26 de octubre de 2014
CREER EN EL AMOR
La religión cristiana les resulta
a no pocos un sistema religioso difícil de entender y, sobre todo, un entramado
de leyes demasiado complicado para vivir correctamente ante Dios. ¿No
necesitamos los cristianos concentrar mucho más nuestra atención en cuidar
antes que nada lo esencial de la experiencia cristiana?
Los evangelios han recogido la
respuesta de Jesús a un sector de fariseos que le preguntan cuál es el
mandamiento principal de la Ley. Así resume Jesús lo esencial: lo primero es
“amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu
ser”; lo segundo es “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
La afirmación de Jesús es clara.
El amor es todo. Lo decisivo en la vida es amar. Ahí está el fundamento de
todo. Lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en una actitud de amor. No
hemos de perdernos en cosas accidentales y secundarias, olvidando lo esencial.
Del amor arranca todo lo demás. Sin amor todo queda pervertido.
Al hablar del amor a Dios, Jesús
no está pensando en los sentimientos o emociones que pueden brotar de nuestro
corazón; tampoco nos está invitando a multiplicar nuestros rezos y oraciones.
Amar al Señor, nuestro Dios, con todo el corazón es reconocer a Dios como
Fuente última de nuestra existencia, despertar en nosotros una adhesión total a
su voluntad, y responder con fe incondicional a su amor universal de Padre de
todos.
Por eso añade Jesús un segundo
mandamiento. No es posible amar a Dios y vivir de espaldas a sus hijos e hijas.
Una religión que predica el amor a Dios y se olvida de los que sufren es una
gran mentira. La única postura realmente humana ante cualquier persona que encontramos
en nuestro camino es amarla y buscar su bien como quisiéramos para nosotros
mismos.
Todo este lenguaje puede parecer
demasiado viejo, demasiado gastado y poco eficaz. Sin embargo, también hoy el
primer problema en el mundo es la falta de amor, que va deshumanizando, uno
tras otro, los esfuerzos y las luchas por construir una convivencia más humana.
Hace unos años, el pensador
francés, Jean Onimus escribía así: “El cristianismo está todavía en sus
comienzos; nos lleva trabajando solo dos mil años. La masa es pesada y se
necesitarán siglos de maduración antes de que la caridad la haga fermentar”.
Los seguidores de Jesús no hemos de olvidar nuestra responsabilidad. El mundo
necesita testigos vivos que ayuden a las futuras generaciones a creer en el amor
pues no hay un futuro esperanzador para el ser humano si termina por perder la
fe en el amor.
José Antonio Pagola
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