HOMILIA
23 de octubre de 2011
LO PRIMERO
En cierta ocasión los fariseos se
reunieron en grupo y le hicieron a Jesús una pregunta que era motivo de
discusión y debate entre los sectores más preocupados de cumplir
escrupulosamente los seiscientos trece preceptos más importantes sobre el
sábado, la pureza ritual, los diezmos y otras cuestiones: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento
principal de la Ley?».
La respuesta de Jesús es muy
conocida entre los cristianos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este es el más importante.
Luego añadió: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Y concluyó con esta afirmación: «Estos dos mandamientos sostienen la Ley y
los profetas».
Nos interesa mucho escuchar bien
las palabras de Jesús pues también en la Iglesia, como en el antiguo Israel, ha
ido creciendo a lo largo de los siglos el número de preceptos, normas y
prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida cristiana. ¿Qué es
lo primero y más importante? ¿Qué es lo esencial para vivir como seguidores de
Jesús?
Jesús deja claro que no todo es
igualmente importante. Es un error dar mucha importancia a cuestiones
secundarias de carácter litúrgico o disciplinar descuidando lo esencial. No
hemos de olvidar nunca que sólo el amor sincero a Dios y al prójimo es el criterio
principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.
Según él, ese amor es la actitud
de fondo, la fuerza clave e insustituible que pone verdad y sentido a nuestra
relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con las personas. ¿Qué
es la religión cristiana sin amor? ¿A qué queda reducida nuestra vida en el
interior de la Iglesia y en medio de la sociedad sin amor?
El amor libera nuestro corazón
del riesgo de vivir empobrecidos, empequeñecidos o paralizados por la atención
insana a toda clase de normas y ritos. ¿Qué es la vida de un practicante sin
amor vivo a Dios? ¿Qué verdad hay en nuestra vida cristiana sin amor práctico
al prójimo necesitado?
El amor se opone a dos actitudes
bastantes difundidas. En primer lugar, la indiferencia entendida como
insensibilidad, rigidez de mente, falta de corazón. En segundo lugar, el
egocentrismo y desinterés por los demás.
En estos tiempos tan críticos
nada hay más importante que cuidar humildemente lo esencial: el amor sincero a
Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro; el amor al
prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el
compromiso con los necesitados. Contamos con el aliento de Jesús.
José Antonio Pagola
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