Oración:
Oh mi Señor, en el amor a Dios y a los demás me resumes toda la ley. Me dices que quien sea capaz de cumplir esto, puede hacer todo lo que desee. Debemos darnos cuenta que este mandamiento es más exigente de lo que parece. Tú, mi Señor, eres el gran modelo del amor. Sabes ser paciente con todos, perdonando incluso a quienes te iban a crucificar. En tu transitar por este mundo, Te desviviste por enseñarnos, curar las enfermedades de los que se acercaban a Ti y ofreciste tu vida para salvar las de todos los hombres. Enséñame, mi Dios, a amar incondicionalmente y a ver tu rostro en aquellos que sufren, y amarlos, como Tú nos has amado.
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".
Reflexión:
¿Qué es, Señor, lo que mandas a tus siervos? "Cargad, nos dices, con mi yugo". ¿Y cómo es este yugo tuyo? "Mi yugo, añades, es llevadero y mi carga, ligera". ¿Quién, no llevará de buena gana, un yugo que no oprime, sino que anima; una carga que no pesa, sino que reconforta? Con razón añades: " y encontraréis vuestro descanso" (Mateo 11,29). ¿Y cuál es este yugo tuyo, que no fatiga sino que da reposo? Por supuesto aquel mandamiento, el primero y el más grande: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón". ¿Qué más fácil, más agradable, más dulce que amar la bondad, la belleza y el amor, todo lo cual eres tú, Señor Dios mío?
¿Acaso no prometes además un premio, a los que guardan tus mandamientos "más preciosos que el oro y más dulce que la miel del panal"? (Salmo 18, 11). Por cierto que sí, y un premio grandioso, como dice tu apóstol Santiago: "El Señor preparó la corona de vida para aquellos que lo aman" (Santiago 1, 12).
Y así dice san Pablo, inspirándose en el profeta Isaías: " Ni el ojo vió, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman " (1 Corintios 2, 9)
En verdad, es muy grande el premio que proporciona la observancia de tus mandamientos. Y no sólo aquel mandamiento, el primero y el más grande es provechoso para el hombre que lo cumple, no para Dios que lo impone, sino que también los demás mandamientos de Dios, perfeccionan al que los cumple, lo embellecen, lo instruyen, lo ilustran, lo hacen en definitiva bueno y feliz. Por esto, si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin, serás dichoso, si no lo alcanzas, eres un desdichado.
Autor: San Roberto Bellarmino (1542-1621) | Jesuita, Obispo y Doctor de la Iglesia
(PILDORAS DE FE)
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