Estos dos mandamientos
sostienen la ley entera.
Cuando olvidan lo esencial,
fácilmente se adentran las religiones por caminos de mediocridad piadosa o de
casuística moral, que no sólo incapacitan para una relación sana con Dios, sino
que pueden desfigurar y destruir gravemente a las personas. Ninguna religión
escapa a este riesgo.
La escena que se narra en los
evangelios tiene como trasfondo una atmósfera religiosa en que maestros religiosos
y letrados clasifican cientos de mandatos de la Ley divina en «fáciles» y
«difíciles», «graves» y «leves», «pequeños» y «grandes». Imposible moverse con
un corazón sano en esta red.
La pregunta que plantean a Jesús
busca recuperar lo esencial, descubrir el «espíritu perdido»: ¿cuál es el
mandato principal?, ¿qué es lo esencial?, ¿dónde está el núcleo de todo? La
respuesta de Jesús, como la de Hillel y otros maestros judíos, recoge la fe
básica de Israel: «Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser».
Que nadie piense que se está
hablando aquí de emociones o sentimientos hacia un Ser Imaginario, ni de
invitaciones a rezos y devociones. «Amar a Dios con todo el corazón» es
reconocer humildemente el Misterio último de la vida; orientar confiadamente la
existencia de acuerdo con su voluntad: amar a Dios como fuerza creadora y
salvadora, que es buena y nos quiere bien.
Todo esto marca decisivamente la
vida pues significa alabar la existencia desde su raíz; tomar parte en la vida
con gratitud; optar siempre por lo bueno y lo bello; vivir con corazón de carne
y no de piedra; resistirnos a todo lo que traiciona la voluntad de Dios negando
la vida y la dignidad de sus hijos e hijas.
Por eso el amor a Dios es
inseparable del amor a los hermanos. Así lo recuerda Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
No es posible el amor real a Dios sin descubrir el sufrimiento de sus hijos e
hijas. ¿Qué religión sería aquella en la que el hambre de los desnutridos o el
exceso de los satisfechos no planteara pregunta ni inquietud alguna a los
creyentes? No están descaminados quienes resumen la religión de Jesús como
«pasión por Dios y compasión por la humanidad».
José Antonio Pagola