viernes, 9 de enero de 2015

Cuando se habla mal, se asesina la reputación del otro.

8 de Mateo, presenta el tema de la corrección fraterna en la comunidad de los creyentes. Es decir: como yo tengo que corregir a otro cristiano cuando hace una cosa que no es buena.
Jesús nos enseña que si mi hermano cristiano comete una culpa contra hacia mi persona, me ofende, yo tengo que usar la caridad con él y antes de todo hablarle personalmente, explicándole que cuanto ha dicho o hecho no es bueno. ¿Y si el hermano no me escucha?.

Jesús sugiere intervenir progresivamente: primero volver a hablarle con otras dos o tres personas, para que sea más consciente del error que cometió. Si a pesar de esto no recibe la exhortación, es necesario decirlo a la comunidad. Y si no escucha ni siquiera a la comunidad, es necesario hacerle percibir la fractura y la separación que él mismo ha provocado, haciendo venir a menos la comunión con los hermanos en la fe.
Las etapas en este itinerario indican el esfuerzo que el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se equivoca, para que no se pierda. Es necesario ante todo evitar el clamor de la crónica y los chismes en la comunidad. Esto es lo primero que hay que evitar.
"Ve, amonéstalo, tu y él solos". La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad, atención hacia quien cometió una culpa, evitando las palabras que puedan herir y asesinar al hermano.

Corregir al hermano es un servicio.
Y es posible y eficaz solamente si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La misma conciencia que me hace reconocer el error del otro, antes aún me recuerda. que yo mismo me he equivocado y me equivoco tantas veces.
Por esto al inicio de la misa, cada vez estamos invitados a reconocer delante del Señor que somos pecadores, expresando con palabras y con gestos el sincero arrepentimiento del corazón. Y decimos: ten piedad de mi Señor, soy pecador y confesamos nuestros pecados. Y no decimos: Señor ten piedad de este que está a mi lado o de ésta, que son pecadores. No, ten piedad de mí. Todos somos pecadores y necesitamos del perdón del Señor.

Es el Espíritu Santo que habla a nuestro espíritu y nos hace reconocer nuestras culpas a la luz de la palabra de Jesús.
Y es Jesús mismo que nos invita a todos, santos y pecadores a su mesa, recogiéndonos en las encrucijadas de los caminos y de las diversas situaciones de la vida. Y entre las condiciones que llevan a los participantes a la celebración eucarística, hay dos condiciones fundamentales, para ir a misa. Todos somos pecadores y a todos Dios nos da su misericordia.
Son dos condiciones que nos abren las puertas para ir bien a misa. Tenemos que acordarnos de esto antes de ir al hermano para hacer una corrección fraterna.